miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fuga

Y ahí estaba ella, corriendo desesperada, huyendo de la tormenta de recuerdos...
Carne pútrida cargada de alimañas y sinsabores ronda su mente. 
Diátesis, cerebro vulnerable. 
Por eso ella corre, no quiere que el pasado la alcance, que todo cuanto dolio, todo lo que la hizo llorar, todo cuanto la orillo al borde del abismo vuelva. 
No puede ver, sus grandes ojos se encuentran sumidos en la obscuridad de la memoria. 
Siente, hay frío a su alrededor, espasmos y escalofríos que recorren su espina dorsal.
Dolor punzante a cada pisada, los pedazos del pasado se clavan en la delicada carne de sus pies cual astillas de vidrio. 
Se siente pesada, la carga del preterito que corre por sus venas es mercurio, pesado y venenoso. 
Corre, no puede detenerse, si lo hace, las lanzas de la desgracia de su pasado atravezaran su carne, su piel se desgarrará en el temido llanto de la soledad. 
Tiene que correr y correr. 
Sola, un respiro, una parada y seguir huyendo, está condenada. 
El movimiento puede no dejarla avanzar, pero el estatismo la haría conocer la muerte. 
Por eso corres niña, porque cualquier cosa resulta mejor y más atractiva que la muerte, y el pasado, ese doloroso y patético conjunto de recuerdos resulta el mejor y más efectivo incentivo. 
Corre, no dejes de correr.