lunes, 10 de marzo de 2014

Dolor ajeno...

Esclavitud, dolor, encierro, violencia, maltrato...
Que preciado tesoro es la libertad, y que monstruo tan terrible representa su pérdida. Los dramas cinematográficos son excelentes motivadores y cautivadores: instantáneos pero efímeros; la verdadera reflexión se da ahí, cuando nada se escucha alrededor, cuando el latir de nuestro corazón se escucha como metrónomo de vida. 
Nos rasgamos vestiduras y decimos ofendernos ante la violencia extrema de ciertas zonas de nuestro país, la represión a nuestros "hermanos" extranjeros, el trato atroz para las mujeres en el medio oriente pero, qué pasa con nosotros mismos? Qué pasa con cada juicio determinante que, aun sin expresarlo, cae sobre la cabeza del otro como corona irrechazable? Por qué seguimos el camino que sabemos es el incorrecto? Hay tanto por humanizarnos, tanto por amar...